psicología, salud mental

El Duelo

Estamos acostumbrados a asociar la palabra “duelo” con el fallecimiento de un ser querido. Esta es la interpretación más común de la palabra, pero igualmente puede ser asociado a diversas situaciones. El duelo siempre está asociado a la perdida de algo o alguien que es importante para la persona por diversas razones emocionales, sociales o hasta económicas. Algunas situaciones asociadas al proceso del duelo pueden ser el fallecimiento de un ser querido, una ruptura amorosa, un divorcio, la noticia de una enfermedad terminal, la amputación de un brazo o pierna, el fallecimiento de una mascota querida, la pérdida de un empleo, la disolución de una amistad o incluso la pérdida de un bien material significativo como un carro o una casa.

Como ha sido mencionado anteriormente, el duelo es un proceso. Esto quiere decir que tiene varias etapas, de forma ordenada y subsecuente de principio a fin. Este proceso ha sido estudiado extensamente e inicialmente fue propuesto por Elisabeth Kübler-Ross hace casi 50 años. El proceso del duelo no tiene un rango de tiempo definido, por lo que, dependiendo de la situación y de la persona, el proceso puede variar en intensidad y duración. Por esto es importante recordar que cada situación es diferente para cada persona y que el apoyo en este proceso es muy importante para que la persona pueda cursar el proceso y alcanzar la mejor resolución.

El proceso de duelo típicamente consta de 5 etapas. Normalmente estas etapas suceden en orden, aunque es común que una persona experimente más de una etapa a la vez. Veamos cuales son estas etapas y algunos de sus ejemplos.

Negación

La primera etapa del proceso del duelo es la negación. Esta es una respuesta natural de la mente al recibir una noticia desagradable causada por una pérdida. En este momento se pasa por una situación normalmente inesperada y emocionalmente dolorosa y confusa. Por esto, la negación es un mecanismo por el cual la mente se protege a sí misma para no afrontar la situación directamente y así solo dejar pasar las emociones necesarias para afrontar inicialmente la situación.

Ejemplos comunes de la manifestación de esta etapa, son el comentarios o pensamientos como “no puede creer que esto esté pasando”, “esto no me puede estar pasando a mi” o “no me importa que esto esté pasando” al recibir la noticia de que un ser querido ha fallecido, cuando la pareja termina la relación o al recibir una nota de despido.

Estas respuestas no significan que la persona no comprenda lo que está sucediendo o que en realidad no le importe, sino que acaba de recibir un golpe emocional grave y necesita tiempo para adaptarse a esta nueva situación.

Ira

La segunda etapa del proceso de duelo es la ira. Es normal sentir desagrado, enojo o ira por estar pasando por una situación no deseada, desagradable, inconveniente o emocionalmente dolorosa. El enojo puede ser dirigido hacia familiares, amigos, compañeros de trabajo o hasta hacia uno mismo o a Dios. Es importante que esta ira pueda fluir libremente sin causar daños a la persona misma o a las personas a su alrededor.

Ejemplos de comportamientos durante esta etapa puede ser comportamientos violentos o agresivos, quebrar cosas, gritar o alzar la voz. Frases comunes asociadas con la etapa de la ira puede ser el “odio a quien me hizo esto”, “esa persona me las pagará”, “me odio por no haber hecho más o lo correcto” y “odio a Dios porque permite que esto pase”.

Estos comportamientos o comentarios no son necesariamente un reflejo de lo que la persona piensa, sino son una expresión del dolor que siente por la pérdida de un ser querido, de una relación o un diagnostico a una enfermedad grave.

Negociación

La tercera etapa del duelo es la negociación. Luego de una pérdida significativa, es natural que la persona quiera que su vida regrese a ser como era antes, como si nada malo hubiera pasado y como cuando no sentía ese dolor que le angustia y enoja tanto. Por esto la persona realiza un juego mental con el punto de negociar consigo mismo, con la vida o con Dios para poder lograrlo. Esto es parte normal del proceso de adaptación al shock inicial y a los efectos del dolor producido por la perdida.

Ejemplos de comentarios comunes en esta etapa pueden ser el “si trabajo más estaré mas distraído y no pensare en esto”, “si me voy a otro lugar no tendré que lidiar con esto” o “si me entrego a la religión Dios sanará a mi ser querido”.

Aunque estas respuestas son normales, es importante recordar que es una forma de controlar lo que está a nuestro alcance y no las cosas que no se pueden cambiar. Esto puede tomar una orientación positiva para la salud mental de la persona o dañina para sí mismo o los demás a causa de un impulso o por falta de criterio personal en ese momento.

Depresión

La cuarta etapa del proceso de duelo es la depresión. No debe ser confundida con la depresión como una enfermedad mental. La depresión durante el duelo es una respuesta normal y apropiada hacia una pérdida significativa. Lo que no sería normal es no deprimirse. El sentimiento de depresión sucede cuando se comienza a percibir la vida luego de la pérdida. Cuando la persona comienza a entrar en la realidad de que su ser querido ya no está presente y que lo perdido no volverá. Existe un retraimiento, tristeza, angustia y falta de ánimo a causa de la falta de aquello amado que ya no se encuentra presente.

El comportamiento asociado a esta etapa es uno de retraimiento, llanto, falta de apetito, falta o aumento de sueño, síntomas de ansiedad o estrés y sobre todo un sentimiento generalizado de tristeza. Existen comentarios como el “no sé qué hacer ahora”, “ya nada vale la pena”, “no quiero seguir adelante” o “es demasiado” luego de perder a un ser querido, la disolución de un matrimonio o la pérdida de un empleo importante.

Esto no significa que la persona esté lista para darse por vencida. Aunque sea uno de los momentos más oscuros del duelo, la luz se avecina al final del camino. El apoyo de los familiares, amistades y demás es esencial para ayudar a la persona a seguir adelante, pero el individuo debe desear hacerlo por sí mismo, aunque este camino parezca imposible.

Aceptación

La etapa final del duelo es la aceptación. Las personas pueden confundir la aceptación con un sentimiento de que todo está bien o que no pasó nada. Esto es erróneo. Luego de una pérdida importante en la vida, es muy difícil regresar a un estado idéntico al anterior. La aceptación permite que la persona se dé cuenta de que su realidad actual es su realidad permanente. Por esto debe continuar el resto de su vida con el vacío que la perdida dejó, en muchos casos un vacío irremplazable.

La persona que se encuentra aceptando su situación tendrá comportamientos similares a los que realizaba antes de la perdida. En algunos casos tendrá comportamientos nuevos y positivos a causa de ella. Tal vez involucrarse en un a causa social importante o ayudar a otras personas que se encuentran en situaciones similares. Estas personas tendrán comentarios como “me sigue doliendo y me hace falta pero debo continuar”, “está conmigo en mi corazón y le gustaría verme feliz” o “comprendo que no puedo regresar al pasado pero afronto alegre el futuro”.

Al alcanzar la aceptación puede que inicie por tener más días buenos que días malos. Existen pérdidas que nunca podrán ser reemplazadas, como un hijo, un padre o un brazo. Pero esto no significa que la vida no continua y, aunque la vida haya sido cambiada para siempre, que la vida no se debe de continuar disfrutando en todo su esplendor y belleza.

Luego de la recuperación es importante disfrutar de hacer nuevas conexiones, nuevas relaciones significativas y nuevos deseos de continuar. En lugar de negar nuestros sentimientos, es importante ponerles atención para poder crecer gracias a ellos.

Ahora se comienza a vivir de nuevo, pero no es posible hacerlo sin darle al proceso de duelo el tiempo necesario.

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